Constanza Michelson
Se tiende a confundir transparencia con intimidad. Muchas son las parejas que suponen que tener una “muy buena relación” implica contarse todo, confiar “a ojos cerrados” en el otro, conocerse por completo.
Contrariamente a lo que podría pensarse, son estas parejas las que suelen sufrir una profunda deserotización en su relación. Incluso se vuelven a enganchar cuando se enteran de alguna infidelidad, aunque sea de pensamiento; en el fondo cuando se encuentran con algo que no conocían de su partenaire.
Siempre se me vienen a la cabeza esas parejas que terminan pareciéndose, como eso turistas gordos en que ambos llevan poleras “I Love Miami”; quienes quizás saben demasiado el uno del otro, disfrutando más bien cada uno en su goce solitario ya sea con su comida o su máquina de fotos, por cierto no en el sexo.
En la absoluta transparencia ocurre que nada histeriza: es decir nada prende el deseo del otro. Así como cuando niños le decíamos a los demás que guardábamos un secreto, aunque este no tuviera ninguna importancia, llevaba a que todos quedaran pendientes. Ese misterio, ese tener algo que el otro no sabe de mí, genera deseo.
Algunos hablan de la “tiranía de la transparencia” fácilmente observable en los formatos televisivos como los reality shows, o la exposición actual de los cuerpos, donde la tendencia es mostrar todo.
Como si eso significara éticamente no ocultar nada, como si fuera un valor, como si eso fuera la intimidad. Pero por el contrario, como podría ocurrirle a un ginecólogo (espero que así sea! ) el bombardeo diario de traseros y pechugas se transforma en partes sin sentido, deserotizadas.
Cuerpo iguales, que no sugieren un más allá, un secretito que ir a buscar. Por eso las kenitas, las arenitas, etc se ponen feas para sus espectadores, agotan, aburren; pareciera que lo que vende después de un tiempo no son sus cuerpos sino que sus aventuras y sobretodo sus desgracias.
La intimidad está lejos de este tipo de transparencia, esa de cada uno y la que se puede construir con otro, esa que marca un lugar privilegiado y reservado que, como diría Freud, puede elevar la libido hacia lo alto.
La transparencia mejor dejársela a la política.
Atenderá un psicólogo, quien junto con orientarte coordinará una pronta atención.
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